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TRABAJO PRÁCTICO MALVINAS: Material para tercer año
martes, 25 de mayo de 2010
martes, 18 de mayo de 2010
El Canal de Panamá
Los navegantes europeos que pisaron por primera vez las tierras del istmo que une las dos América, debieron experi¬mentar una sensación de pavor y de confusión. Quizás ningún lugar les había parecido más inhóspito corno aquellas playas, en las cuales el mar se convertía en un pantano, infestadas de caimanes, interrumpidas por cursos de agua, ora desbor¬dantes y destructores, ora secos y transformados en turbios ambos poblados por toda clase de animales repelentes y peligrosos. Además, el clima húmedo y caluroso destrozaba los nervios y anulaba toda voluntad.
Vasco Núñez de Balboa llegó a aquellos parajes veinte años después que Cristóbal Colón, y desembarcó en las costas del golfo de Darién. Una vez atravesadas las zonas pantanosas, trepó con un grupo de compañeros por los escarpados con¬trafuertes de la sierra, y el 25 de setiembre de 1513, desde la cumbre de un cerro, pudo contemplar a sus pies otro inmenso océano. Balboa fue el primer europeo que vio el océano Pacífico, al cual llamó Mar del Sur. Salvó la distancia que lo separaba de aquellas aguas, tomó posesión de las mis¬mas en nombre del rey de España, y retornó a sus naves; con éstas comenzó a explorar cada golfo y cada ensenada, buscando un pasaje que le permitiera navegar hacia el océano desconocido. Recorrió aquellas tierras de este a oeste durante muchos meses, pero la búsqueda fue infructuosa.
El Atlántico estaba cerrado por aquella estrecha familia de tierra, que ¡impedía el paso de las naves hacia el Pacífico. Probablemente, Vasco Núñez de Balboa fue el primero en concebir la idea de dividir el istmo, construyendo una vía de agua que permi¬tiera a las embarcaciones provenientes de Europa proseguir la navegación hacia el oeste. Y quizás no habría tardado en dar a conocer sus proyectos, si el gobernador, celoso del pres¬tigio que adquiría entre sus hombres, no lo hiciera hecho decapitar. A Alvaro de Saavedra le cupo el mérito de haber expuesto la gran idea, que sólo sería realizada cuatro siglos más tarde. Y quien por primera vez habló de ella al omnipotente Carlos V, rey de España, fue Hernán Cortés, el conquistador de Méjico, que propuso e hizo estudiar un proyecto para cortar el istmo en la región de Tehuantepec, 2.OOOkm. al norte de Panamá. Pero el rey, preocupado solamente en sacar provecho del oro de las colonias de ultramar, y fastidiado por la larga y costosa guerra contra Francisco I de Francia, no brindó el apoyo necesario a esta iniciativa.
Los expedientes relativos a los proyectos y otros estudios" que yacían olvidados en los archivos, fueron extraídos por voluntad de algunos estudiosos y por generales de Felipe II, hijo de Carlos V, quienes insistían para que se llevara a cabo una obra de tanta utilidad y prestigio para España. Pero el,, rey, devotísimo, fue siempre contrario a ese plan, pues pro¬fesaba la idea de que la voluntad del hombre no debía" modificar aquello que existía por voluntad de Dios.
Los galeones que llevaban a España los inmensas riquezas que traídas al Perú, estaban obligados a seguir la larga y peligrosa ruta del estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos, bordeando las costas del continente sudamericano. Finalmente, para abreviar el recorrido, los colonizadores en¬contraron oportuno abrir un camino a través del istmo; fueron necesarios ' muchos años de ardua labor y el sacrificio de males de vidas humanas, sobre todo de indígenas, para construir esa larga ruta que seguía, poco más o menos, el trazado del actual canal.
En tanto, se desarrollaba la piratería; corsarios y bucaneros se habían apoderado de algunas islas del Mar de las Antillas, y abandonaban - periódicamente estas bases para organizar vastas correrías a través del continente, en particular por aquella zona. -No había, al parecer, presa más fácil y prove¬chosa como las caravanas cargadas de oro y piedras preciosas, que cruzaban el istmo lenta y fatigosamente, a lo largo del nuevo camino, eran escoltadas por reducidos grupos de soldados, prontos a huir a la primera señal de peligro. Y llegó un momento en que los asaltantes fueron tan numerosos y audaces que ninguna caravana se atrevió ya a pasar por esos lugares. Poco tiempo después aquel camino fue totalmente abandonado, entre tanto se continuó hablando durante siglos de la división del istmo, sin llegar a una solución efectiva.
En los últimos decenios del siglo XVIII y en la centuria siguiente, fueron enviados a Panamá exploradores, científicos y técnicos para examinar las posibilidades de tal empresa. Después - de dos años de intensos estudios, se llegó las siguientes conclusiones el canal debía ser construido ,"a nivel" es decir, estar enteramente a la altura de ambos océanos, o bien, en su porción mediana, ser elevado mediante un sistema de esclusas. Pero surgía no gravísimo problema, debido a que entre los niveles de los dos océanos hay una diferencia de alrededor de 10 metros.
Transcurrió otro período, durante el cual se sucedieron nuevos proyectos, estudios y tentativas, siempre coronados por el más completo fracaso. En el año 1843, el italiano Napoleón Carella ejecutó las triangulaciones necesarias para la construcción de un ferrocarril, pero esta empresa tampoco dio resultado debido al estallido de la revolución de 1848. La "fiebre del oro" del año 1849 convenció a todos de que era absolutamente imprescindible una vía férrea, y entre 1850 y 1855 el ferrocarril fue construido. El clima, las enfermedades y las penurias hicieron estragos: se decía que cada traviesa se apoyaba sobre el cadáver de un hombre.
En el año 1869 fue terminada la obra grandiosa del genio y del trabajo humanos: el canal de Lesseps. El italiano Luis Negrelli habla preparado el proyecto y el francés Fernando de Lesseps lo realizó. Todos pensaron que finalmente se había encontrado en este último al hombre dotado de la capacidad técnica y energía necesarias para llevar a cabo esta empresa. En 1876 fue constituido, bajo la presidencia de Fer¬nando de Lesseps, el Comité que de organizar los trabajos. Dos años-más tarde, concluidas las tareas prepara¬torias, el gobierno colombiano concedió la autorización para realizar las obras, y, en el Interna, el ingeniero francés obtuvo capitales para financiar la empresa. El canal sería del tipo ,"a nivel", y entre los muchos proyectos fue elegido el que proponía unir por esa nueva vía de agua las ciudades de Panamá y Colón.
A comienzos de 1881 se iniciaron las obras, las que debían estar terminadas, según las previsiones de Fernando de Les¬seps, al cabo de seis años. Pero en 1890 el Tribunal del Sena declaraba la quiebra de la sociedad que había asumido la responsabilidad de la empresa. Es imposible enumerar aquí todas las causas de la catástrofe. Fueron esencialmente motivos políticos, administrativos y financieros. La empresa francesa se había enfrentado desde un principio con la hostilidad de los Estados Unidos y de Inglaterra, pues ambas naciones veían en el canal una amenaza para su potencia y el desarrollo de su comercio. Estalló un escándalo de grandes proporciones: se acusó a de Lesseps de mala administración y de procurarse ganancias ¡lícitas; el mismo Parlamento francés, confundido, y vencido por la campaña periodística instigada por los Estados Unidos, se declaró en contra de de Lesseps, quien llevado ante el tribunal y condenado. Los trabajos fue interrumpidos.
La maniobra intentada por los Estados Unidos había tenido éxito. Los norteamericanos iniciaron en seguida negociación con el gobierno colombiano para adjudicarse la realización la empresa y llevarla a cabo con sus capitales y sus técnicos. Pero Colombia, de la cual Panamá era una provincia, propuso nuevas exigencias que los Estados Unidos no estaban tos a aceptar. Los pequeños estados de la América eran ya famosos por las revoluciones que frecuentemente tallaban en sus territorios-, los Estados Unidos fomentar una rebelión en la región de Panamá, la cual, en nombre un hipotético derecho a la libertad, proclamó su independencia de los lazos que la unían a Colombia, y en el año 1903 la República Independiente de Panamá concedía a los Estados Unidos el permiso para proseguir las obras interrumpidas
Adquiridos los derechos de la fallida empresa francesa varios millones de dólares, trataron de asegurarse tales derechos comprando la zona del Canal, es decir, la parte territorio panameño que se extendía a unas 5 millas a lado del canal a ser construido; de tal modo, la República de Panamá quedó dividida en dos partes por dicha la cual pasaba a ser de exclusiva propiedad estadounidense. Concertado en estos términos el contrato, los Estados Unidos emprendieron la difícil labor con la energía y la contribución técnica y financiera que acostumbraban poner en empresas.
El proyecto "a nivel", que habría garantizado un funcionamiento más regular, pero que hubiera resultado más, y más difícil y largo para ejecutar, fue abandonado, y se volvió a considerar el proyecto "a esclusas", que los norteamericanos estudiaban desde hacía mucho tiempo. Tal plan preveía un sistema de gigantescas esclusas que elevarían el nivel del canal en 30 metros. Afrontado y resuelto el pavoroso problema sanitario mediante la instalación de numerosos hospitales, el empleo de centenares de médicos y millares de enfermeras, y la desinfección de las zonas plagadas de mosquitos productores del paludismo, lograron llevar a cabo la empresa. Mas pese a las medidas de sanidad, las víctimas de la construcción del canal se pueden contar por millares. Finalmente, el día 15 de agosto de 1914 la primera nave surcaba las aguas de la nueva vía de comunicación y pasaba del océano Atlántico al Pacífico. El costo total del canal ascendió a varios millones de dólares.
La nave es transportada, dentro del dique que forman las esclusas, por medio de locomotoras a cremallera. Poderosos y delicados mecanismos eléctricos cierran las gigantescas com¬puertas, mientras en el dique se vierten rápidamente millones de metros cúbicos de agua que, llenándolo, elevan la nave al nivel necesario. Cuando ésta ha recorrido todo el dique tiene lugar la operación inversa: las puertas se abren y el agua se precipita hacia afuera, hasta llegar al nivel del dique siguiente. Un gigantesco murallón permite el tránsito (le las naves en ambos sentidos, formando dos diques adyacentes.
A lo largo del canal existen potentes instalaciones que producen la energía eléctrica necesaria para el funcionamiento de los motores y mecanismos; la gran reserva del lago de Gatún asegura siempre un constante volumen de agua. Puesto que el canal es de propiedad de los EE.UU. y se halla en el territorio estaudinense, está fortificado, contrariamente al Canal de Suez y otras vías de agua similares que, al menos en teoría permiten el libre transito, aun en tiempos de guerra.
La utilidad económica y militar del canal es enorme. Sin esta impotente ruta, las flotas norteamericanas del Atlántico y del Pacífico, estarían a actuar separadamente, mientras que utilizando esta via, pueden concentrarse con facilidad sobre una u otra costa. Todas las naciones del mundo han obtenido grandes ventajas de este canal que abrevia notablemente los viajes hacia el extremo oriente. La zona del canal como ya hemos dicho ha sido cedida por Panamá a los EE.UU.. por la cantidad de 10.000.000 U$s, además de una suma anual de 250.000 U$s. Los límites de la ciudad de Panamá están cerca de la frontera, pero pertenecen a Panamá, al igual de la ciudad de Colón, que se encuentra en la zona del canal, pero pertenece a Panamá.
Mapa: diseño propio de la región desde un mapa tomado de Google Earth.
domingo, 16 de mayo de 2010
La Revolución Mexicana (1854-1920)
Después del asesinato de Madero, hubo nuevas luchas en las que triunfó Venustiano Carranza, quien promulgó la constitución de 1917, paso decisivo para la organización del estado posrevolucionario. No obstante, los sectores más radicales de la revolución mantuvieron la lucha hasta 1920.
La revolución maderista
La revolución mexicana nació en un panorama de insatisfacción contra la política elitista y oligárquica de Porfirio Díaz, que había favorecido a los estamentos más privilegiados, sobre todo a los terratenientes y a los grandes capitalistas industriales. Si bien el país gozaba de prosperidad económica, las continuas reelecciones de Díaz causaban insatisfacción política entre las nacientes clases medias, en tanto que los beneficios de la prosperidad no habían alcanzado a los grupos más pobres de la sociedad.
Porfirio Díaz había llegado a la presidencia de México por primera vez en 1876, con la ayuda de las armas. Entre 1880 y 1884 había dejado el gobierno en manos de un amigo fiel, el general Manuel González. Pero Porfirio no concebía otro sucesor que no fuera él mismo: desde 1884 había gobernado sin pausas, reelecto sistemáticamente, en ocho oportunidades. Era el "caudillo indispensable", el general protagonista de "la hazaña militar más grande de la historia", y otras calificaciones elogiosas que proferían los aduladores del régimen.
En 1910 debían llevarse a cabo nuevas elecciones. A pesar de que en 1908 había afirmado lo contrario, Porfirio volvía a ser candidato. La oposición al régimen se nucleó alrededor de Francisco Madero, un político miembro de una familia de terratenientes del estado de Chihuahua, en el norte del país. El programa de Madero se centraba en la reforma política y era apoyado por un heterogéneo conglomerado de fuerzas regionales.
Madero, un rico terrateniente del norte del país, propuso una fórmula de compromiso político según la cual Díaz mantendría la presidencia y aquél, desde la vicepresidencia, iniciaría un proceso de reforma. Tras el rechazo de Díaz a la propuesta, Madero fue postulado candidato a la presidencia para las elecciones de 1910 por el Partido Antirreeleccionista, que incluía a intelectuales como Filomeno Mata y José Vasconcelos.
Díaz hizo detener a su oponente y se declaró vencedor en las fraudulentas elecciones de junio, pero Madero logró escapar de la prisión y publicó en la localidad texana de San Antonio su célebre plan de San Luis Potosí, en el que denunciaba el fraude electoral e incitaba a la población a que se uniera a una sublevación el 20 de noviembre. Escasos fueron los levantamientos en la fecha señalada, pero el llamamiento contribuyó a alentar la sublevación posterior en diversos puntos de México.
Otros focos revolucionarios destacados fueron Sonora, con José María Maytorena, y Zacatecas.
Poco a poco se fue hundiendo el régimen de Díaz, cuyo ejército, dirigido por envejecidos militares, no supo hacer frente a las guerrillas revolucionarias. En la primavera de 1911, tras la caída de Ciudad Juárez, Porfirio Díaz capituló y se exilió en Europa. Obligado a renunciar, entregar el poder a Madero.
Después de un breve gobierno provisional, Madero fue electo presidente en octubre de 1911. Inicialmente su régimen fue acogido con entusiasmo por el pueblo, pero pronto se vio enfrentado al descontento de los campesinos, que reclamaban una reforma agraria, y al de los hacendados, que deseaban sofocar el radicalismo de los seguidores de Zapata. En noviembre de 1911, éste se rebeló contra Madero en Morelos a causa del retraso en la restitución de las tierras a las comunidades indígenas, punto que se había acordado en el plan de San Luis. Asimismo, Orozco optó en Chihuahua por la lucha armada ante la resistencia a poner en marcha la reforma agraria y nacionalizar el ferrocarril.
Por otro lado, los sectores fieles al derrocado sistema porfirista, y los Estados Unidos, que veían peligrar sus intereses comerciales y petrolíferos, también contribuyeron a desestabilizar el gobierno maderista.
Las primeras medidas del nuevo presidente, tales como la prohibición de la libertad de prensa, la eliminación de destacados revolucionarios y la persecución de los movimientos obreros, contaron con el apoyo de los sectores más conservadores. Sin embargo, la oposición se organizó y pronto estalló una nueva insurrección en diferentes puntos.
Los ejércitos constitucionalistas derrotaron a las tropas de Huerta, que dimintiría y partiría al exilio. En el norte, en los estados de Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Tamaulipas, se sublevaron Venustiano Carranza y Pancho Villa; y en el sur, en Morelos, Zapata volvía a erigirse en líder de la revuelta. La alianza entre ambas facciones, tras el acuerdo de Guadalupe, y el apoyo del presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson a la causa revolucionaria, con el envío de tropas a Veracruz, llevaron a Huerta a exiliarse en julio de 1914. Los cuatro años de conflictos habían terminado con todo el complejo sistema de pactos y negocios nacionales, regionales y locales establecidos en los largos años del gobierno de Porfirio Díaz.
Luchas revolucionarias
La designación de Carranza como nuevo presidente el 20 de agosto de 1914, en contra de las ideas de Villa, desató una nueva época de anarquía y luchas entre los distintos bandos revolucionarios. En el sur operaba el movimiento insurreccionista de Zapata, de carácter campesino y centrado en Morelos, que pedía la restitución de las tierras y la expropiación de los latifundios. Se trataba de una facción unida y coherente, pero con pocas posibilidades de triunfar debido a la limitación de sus planteamientos sociales, centrados en el problema agrario, y a la incapacidad de su ejército para extender la revolución por todo el país. Por su parte, Villa, en Chihuahua, defendía también las reivindicaciones campesinas y contaba con el apoyo de un amplio sector popular.
El denominado "ejército constitucionalista" de Carranza era mucho más profesional y contaba con el respaldo, no de los campesinos, sino de los obreros, los mineros y los intelectuales.
En la convención de Aguascalientes intervinieron representantes carrancistas, zapatistas y villistas y comparecieron Álvaro Obregón, aliado de Carranza, y Villa. En ella se intentó conciliar las facciones en lucha, pero resultó un rotundo fracaso. Se puso de manifiesto la rivalidad existente entre Villa y Carranza, y tan solo se pudo llegar a la designación de Eulalio Gutiérrez como presidente interino de la nación.
Villa solicitó la ayuda de Zapata y ambos se enfrentaron a las tropas de Obregón y Carranza, que tenían el apoyo de los Estados Unidos. Los primeros fueron derrotados en 1915 en la batalla de Celaya y decidieron retirarse a sus respectivos estados. Zapata regresó a Morelos y allí fue asesinado en 1919 en una emboscada. Por su parte, Villa reorganizó su ejército en Chihuahua y, aunque fue vencido en Agua Prieta, aún pudo mantener una guerrilla, con la que realizó varias incursiones contra los Estados Unidos (a los que acusaba de apoyar a Carranza). La actitud belicosa de Villa obligó a los estadounidenses a enviar al general John J. Pershing en su persecución.
Además, Carranza fue eliminando paulatinamente a sus anteriores enemigos. No obstante, en 1920, su decisión de dispersar una huelga del sector ferroviario en el estado de Sonora significó el hundimiento de su prestigio personal. Abandonado por sus seguidores, incluido Obregón, quedó solo en el poder; después de que Obregón lo hizo escapar de la ciudad de México, fue asesinado en su huida el 21 de mayo de 1920.
Tras la muerte de Carranza, Adolfo de la Huerta asumió la presidencia interina hasta que Obregón fue elegido en las elecciones de noviembre de ese mismo año.
En 1920 terminaron las resistencia. Diez años de guerras habían dejado la economía absolutamente destruida y centenares de miles de muertos en los campos. De todas maneras no se avanzó en la democratización política, volviéndose a prácticas muy parciales, parecidas a las de Porfirio Díaz. Los indígenas y pequeños propietarios siguieron sufriendo las injusticias del sistema y sus vidas sin grandes diferencias a la etapa oligárquica.
Para muchos historiadores, la fecha de 1920 marcó la finalización de la revolución mexicana. Sin embargo, las revueltas militares y las situaciones de violencia esporádica prosiguieron hasta 1934, cuando llegó a la presidencia Lázaro Cárdenas, quien institucionalizó las reformas que se habían iniciado en el proceso revolucionario y que se legitimizaron con la constitución de 1917.
Fuente Consultada:
Luchilo, Lucas, Saccagio, Pedro y otros, “El Mundo Contemporáneo”.
http://www.yucatan.com.mx/especiales/revolucion/
sábado, 15 de mayo de 2010
El Desembarco de los 33 Orientales
Entre 1822 y 1823, habían sido reprimidos levantamientos independentistas en la Provincia Cisplatina, pero el espíritu de libertad continuaba vivo, y deseoso de unirse a las Provincias Unidas del Río de la Plata, que conformaban junto a Argentina y al departamento boliviano de Tarija. En 1823 los orientales emprendieron un movimiento revolucionario, que sin apoyo en la campaña, fue derrotado. Por esta razón, los jefes del mismo debieron emigrar hacia Buenos Aires. Desde allí comenzaron a organizar una expedición que les permitiera volver al territorio oriental y liderar un nuevo levantamiento. A este respecto el historiador Alfredo Castellanos cita las memorias de uno de los participantes, Luis Ceferino de la Torre, el que sostiene, “Se hallaban emigrados en Buenos Aires muchos patriotas orientales que habían tomado parte activa en los sucesos del año 1823 en Montevideo con la esperanza de dar libertad a la Provincia dominada por los portugueses desde 1817 que la invadieron”.
“La batalla de Ayacucho ganada por los patriotas en diciembre de 1824 –que decidió los destinos de América Latina -, inflamó el patriotismo de estos emigrados que reunidos en la casa de comercio que regenteaba don Luis Ceferino de la Torre firmaron espontáneamente un compromiso jurando sacrificar sus vidas en la libertad de su patria dominada por el Imperio del Brasil.”
En la lucha por la independencia de la Banda Oriental, actual República Oriental del Uruguay, tuvieron gran importancia los treinta y tres orientales, que emanciparon su territorio de manos brasileñas.
“Siete fueron los patriotas iniciadores y que contrajeron ese heroico compromiso: Juan Antonio Lavalleja; su hermano, Manuel, Manuel Oribe, Luis Ceferino de la Torre, Pablo Zufriategui, Simón del Pino, y Manuel Meléndez, nombrando enseguida unánimemente a Juan Antonio Lavalleja jefe de la empresa”.
En 1825, desde Buenos Aires, se preparó un ejército comandado por Juan Antonio Lavalleja, que ya contaba con la experiencia de haber luchado contra los invasores, junto a Artigas, que se había exiliado en Paraguay. Estaban alentados por el éxito obtenido contra los realistas en la batalla de Ayacucho en 1824, por la cual se logró la independencia de Perú y se consolidó la independencia de la América del Sur española.
Al noroeste de la ciudad de Buenos Aires, organizaron las fuerzas, ayudados económicamente por Rosas, Anchorena, Terrero y otros federalistas porteños, reuniendo un número de hombres que no es seguro que fuera el de treinta y tres, ni tampoco eran todos orientales, ya que había algunos paraguayos y otros eran isleños del delta argentino.
Con anterioridad, Juan Manuel de Rosas, con el pretexto de comprar campos se había dirigido a Santa Fe, Entre Ríos y la Banda Oriental, para encontrar en este último lugar apoyo para el momento del desembarco de los libertadores.
Luego de culminados los preparativos, un primer grupo de expedicionarios, se embarcaron en las costas de San Isidro el 1 de abril de 1825, comandados por Manuel Oribe. Este grupo desembarcó y acampó en una isla formada por un ramal del río Paraná, llamada “Brazo Largo”.
El segundo grupo, comandado por Juan A. Lavalleja, partió después y fue demorado por un fuerte temporal, por lo que los dos contingentes se reunieron el 15 de abril. Desde Brazo Largo navegaron por el río Uruguay en la noche del 18, luego de sortear las naves de patrulla brasileñas.
Al amanecer del 19 de abril desembarcaron, según la tradición, en la playa de La Agraciada, en el actual departamento de Soriano. Partieron en dos lanchones, desde San Isidro, sobre el Río de la Plata, pasando por las islas del delta del río Paraná, donde acamparon por cuatro días, luego atravesaron el río Uruguay, llegando ese día a la playa, donde flameó su bandera tricolor, roja, azul y blanca. Se unieron a la lucha los pobladores de la campaña, lo que acrecentó el poder y la moral de las tropas.
Luego de desembarcar, Lavalleja con el resto del grupo, pronunció el célebre juramento de liberar la Patria o morir en el intento, enarbolando la bandera tricolor, con la leyenda central de “Libertad o Muerte”.
Ocuparon Dolores, Villa Soriano y tomaron rumbo al sur este. Fructuoso Rivera, al mando de setenta hombres, enfrentó a Lavalleja en las inmediaciones del arroyo Monzón, pero ambos jefes llegaron a un entendimiento para unir sus fuerzas en pos de la liberación.
El 2 de mayo tomaron Canelones, y el 20 de mayo de 1825, se concretó el sitio de Montevideo. En junio, Lavalleja, estableció en La Florida un gobierno provisorio.
El 25 de agosto Lavalleja reunió un Congreso en Florida donde se declaró que la Banda Oriental se pronunciaba por “la unidad con las demás provincias argentinas a que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce”.
El 24 de septiembre de 1825 tuvo lugar la batalla de Rincón, donde los orientales vencieron a los brasileños comandados por Mena Barreto. Desde Montevideo, gobernada por el Barón Carlos Federico Lecor se enviaron refuerzos para luchar contra los rebeldes. El enfrentamiento se produjo el 12 de octubre de 1825, en el arroyo Sarandí, siendo la victoria para los orientales.
El 24 de octubre de 1825, la Banda Oriental fue incorporada por ley, aprobada por el Congreso porteño, a las Provincias Unidas del río de la Plata, como Provincia Cisplatina.
Esto originó que Argentina debiera enfrentar una guerra con Brasil, que terminó con la mediación británica el 27 de agosto 1828, donde se reconoció la independencia de la República Oriental del Uruguay.
Fuentes consultadas:
http://www.laguia2000.com/uruguay/los-treinta-y-tres-orientales
http://www.coprofam.org
miércoles, 12 de mayo de 2010
El Pacto de Varsovia (1955)
Las Partes Contratantes,
Reafirmando su aspiración de crear un sistema de seguridad colectiva en Europa basado en la participación de todos los Estados europeos, con independencia de su régimen social y político, que les permita unir sus esfuerzos en el interés de asegurar la paz en Europa;
Teniendo en cuenta, a la vez, la situación creada en Europa por la ratificación de los Acuerdos de París, que prevén la formación de un nuevo grupo militar bajo la forma de Unión de la Europa Occidental, con participación de una Alemania Occidental remilitarizada y con su integración en el bloque del Atlántico Norte, lo cual aumenta el peligro de una nueva guerra y crea una amenaza a la seguridad nacional de los Estados amantes de la paz;
Convencidas de que en estas circunstancias los Estados europeos amantes de la paz deben tomar las medidas necesarias para asegurar su seguridad y promover el mantenimiento de la paz en Europa;
Guiándose en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas;
Deseosos de fortalecer y desarrollar aún más la amistad, cooperación y asistencia mutua conforme a los principios de respeto a la independencia y soberanía de los Estados y de la no intervención en sus asuntos internos;
Han resuelto concluir el presente Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, y con tal propósito han nombrado sus Plenipotenciarios;
Quienes, después de haber presentado sus plenos poderes y hallarlos en buena y debida forma,
Han convenido en lo siguiente:
Art. 1. Las Partes Contratantes se comprometen, conforme a la Carta de las Naciones Unidas, a abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza y a arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro la paz y la seguridad internacionales
Art. 2. Las Partes Contratantes declaran que están prestas a participar, en el espíritu de una sincera colaboración, en toda acción internacional que tenga por objeto asegurar la paz y la seguridad internacionales, y que consagrarán por completo sus esfuerzos a la realización de tal objetivo. A ese efecto, las Partes Contratantes tratarán, de acuerdo con los otros Estados que deseen colaborar en esta obra, de que se adopten medidas efectivas para la reducción general de armamentos, y para la prohibición de las armas atómicas de hidrógeno y otras de destrucción masiva.
Art. 3. Las Partes Contratantes se consultarán mutuamente sobre todas las cuestiones internacionales importantes que afecten a sus intereses comunes, con miras al fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales. Las Partes Contratantes se consultarán inmediatamente cada vez que en opinión de una de ellas surja una amenaza de ataque armado contra uno o varios Estados Partes en el Tratado a fin de proveer para la defensa colectiva y de mantener la paz y la seguridad.
Art. 4. En caso de ataque armado en Europa contra uno o varios de los Estados Partes en el Tratado, por cualquier Estado o grupo de Estados, cada Estado Parte en el Tratado en el ejercicio de su derecho de legítima defensa individual o colectiva conforme al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, prestará al Estado o Estados víctimas de tal ataque una inmediata asistencia individualmente o por acuerdo con los otros Estados partes en el Tratado, por todos los medios que considere necesarios incluso el uso de la fuerza armada. Los Estados Partes en el Tratado se consultarán inmediatamente sobre las medidas colectivas necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas de acuerdo con este artículo se comunicarán al Consejo de Seguridad conforme a las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas. Tales medidas quedarán sin efecto tan pronto el Consejo de Seguridad haya tomado la acción necesaria para el restablecimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Art. 5. Las Partes Contratantes han convenido en crear un Mando Unificado de las fuerzas armadas que se colocarán por acuerdo entre aquellas bajo sus órdenes, actuando sobre la base de principios establecidos de común acuerdo. Tomarán asimismo cualquiera otra acción concertada que se requiera para reforzar su capacidad defensiva, a fin de proteger el trabajo de sus pueblos, garantizar la integridad de sus fronteras y asegurar la defensa contra cualquier agresión eventual. (...)
martes, 11 de mayo de 2010
1820: La Felíz Experiencia - Reformas (Parte 4)
La elección se daba de maneras distintas en los distintos territorios, aunque la elite dominaba en toda la provincia. En la campaña, por un lado, los sectores rurales votaban disciplinadamente a favor de los candidatos de los hacendados, en elecciones donde la única lista presentada estaba apadrinada por el juez de paz. En la ciudad la situación era más compleja, por la tradición de participación política de los sectores populares.
De esta manera la Sala lograba adquirir una legitimidad amplia en sus facultades y acciones. Como decíamos antes, la cláusula que establecía la condición de “elegible”, apuntaba a incluir en la Sala a aquellos sectores que poseían los principales resortes de la economía provincial.
Conclusión a la primera parte de esta seacción:
Finalizando este apartado y cerrando este punto, creemos que el plan de reformas puesto en marcha a partir de 1821, en su conjunto, parecía ser obra de un equipo de dirigentes compacto y homogéneo, íntimamente vinculado con los intereses predominantes en la provincia, que logró en parte, llevar a la misma a una verdadera “Feliz Experiencia”, no sólo sentimental sino también material.
El gobierno con Martín Rodríguez a la cabeza representaba claramente a los intereses de los sectores económicos dominantes y esto se reflejó, como vimos anteriormente, en la línea ideológica y práctica de sus medidas de gobierno. Pero no solo eso, sino que este nuevo gobierno, gozaba del consenso de casi general frente a sus propuestas, lo que le dio la posibilidad de construir una legitimidad en las decisiones tomadas. Romero encontrará una razón importante que llevará paulatinamente al fracaso de este esquema, aunque no de este gobierno, y tiene que ver con que “…era un estilo de gobierno en el que los intereses generales del Estado (…), se subordinaban a los intereses particulares de quienes transitoriamente ocupaban el poder” . No obstante ello, expresará Marcela Ternavasio, “la difusión del debate público en los diversos espacios creados en esos años, la mayor participación de los diferentes grupos sociales en los procesos electorales, o la consolidación del papel de la Legislatura, fueron algunos de los signos más elocuentes de la transformación producida” .
Podemos decir que, como veremos en el segundo punto relacionado con la Asamblea Constituyente de 1824, la crisis del Partido del Orden no estará en las medidas concretas implementadas en la provincia. Se dará cuando la facción intentará llevar este planteo a una escala Nacional.
sábado, 1 de mayo de 2010
1820: La Felíz Experiencia - Reformas (Parte 3)
Sus acciones se cotizaron al principio casi a la par y pagaron buenos dividendos, pero las necesidades públicas obligaron a una continua emisión. Pero aquí se dio un problema, que seguramente el lector puede apreciar: la Institución estaba controlada “totalmente por el sector de alto comercio anglo-criollo, que atendió preferentemente a sus necesidades” . Así teníamos un Banco manejado por una minoría, con intereses especulativos que, como lo expresa Romero, “distribuía el descuento entre sus amigos o lo utilizaba para reforzar su posición comercial” . Lejos estaba esto, al menos en la práctica, de sentar las bases para un orden a nivel nacional.
A pesar de ello, en los primeros tiempos, el Banco había favorecido el rédito y mejorado las condiciones financieras de la plaza. Luego, por iniciativa de varios comerciantes argentinos, la Institución será reemplazada por el Banco Nacional, como medida dentro del Congreso Constituyente de 1824.
Por otra parte, el gobierno pensó que, para afrontar la grave situación económica que transitaba la provincia, las tierras públicas podían funcionar como garantía de la deuda contraída por el Estado.
Es por ello que en 1822, se establece la Ley de Enfiteusis. Aparte de procurar conservar la tierra, buscaba obtener un rendimiento económico con la instalación de colonos, que tenían un derecho preferencial de compra para el caso de que el Estado las vendiera. Las tierras se arrendaban a cambio del pago de una suma de dinero. De esta manera, enormes extensiones de tierra quedaron a disposición de comerciantes, ganaderos y funcionarios, podríamos decir, “casi gratuitamente”. Éste régimen despertará apetitos de forma creciente en los propietarios de la campaña bonaerense.
Como percibir hasta aquí, la situación financiera de la provincia a raíz de sus conflictos internos y externos era bastante adversa. Una forma corriente de obtener fondos faltantes para poder llevar adelante las actividades económicas que se pretendían, era por medio de empréstitos privados. Ahora bien, en este tiempo, como los capitales interiores estaban casi agotados, fue necesario recurrir al crédito exterior (no olvidemos que se heredaban viejas cargas financieras de origen hispánico luego de 1810).
En este contexto, en 1822 se voto en la Legislatura de Buenos Aires autorizarle al Ejecutivo adquirir un empréstito en el exterior lo que permitió posteriormente, el 1 de julio de 1824, que el gobierno de Buenos Aires, mientras sesionaba la Asamblea Constituyente, negocie un empréstito con Londres, concretamente con la banca inglesa Baring Brothers Co.
Los responsables de gestionar el mismo serían los capitalistas que desarrollaban sus funciones dentro del Banco de Descuento. Incluyendo al Ministro García.
Según lo estipulado, los fondos se destinarían a tres cuestiones fundamentales: 1) la construcción de un Puerto, 2) las Obras Sanitarias de Buenos Aires y 3) el establecimiento de pueblos en la campaña. Es importante no perder de vista que según los destinos, se intentaba beneficiar a todos los sectores que implicaban peso en las actividades de la provincia: en el primer caso al sector comercial, en el segundo aseguraba el apoyo de las clases populares y en el tercero a la clase ganadera terrateniente.
Así la provincia contraía una deuda de 1.000.000 de libras esterlinas, de las que sólo recibirá 570.000, “una vez deducida la base de colocación de los títulos, la amortización de los primeros dos años y una suma de intereses” . En el contrato el Estado de Buenos Aires hipotecaba todas sus rentas, bienes, tierras y territorios en garantía del pago y sus intereses. A pesar del destino que se pretendía dar al dinero, cuando estuvo disponible, se lo empleó una parte para rescatar los títulos públicos, que habían subido de precio, y otra para aumentar el encaje del Banco de Descuentos. Lo extraño, según nuestra mirada negativa bastante distante en el tiempo, es que las condiciones del Empréstito no fueron consideradas malas en su momento y no se levantó ninguna crítica al respecto.
Pero lo importante aquí, no son solo las condiciones que no favorecieron a futuro a la provincia, sino que, cuando hubo que pagar la primera amortización e intereses no retenidos, no había dinero disponible ya que la guerra con el Brasil había interrumpido al tráfico marítimo y la entrada de divisas al territorio. La operación se transformaba “no sólo en un fracaso para los prestamistas sino también en una pesadilla para el Estado argentino que duró casi un siglo” . Encima de todo, el empréstito no llegaría en oro, sino en letras de cambio. De esta manera el oro nunca salía de Gran Bretaña. Ello sumado a que las Provincias Unidas sufrían el bloqueo de la guerra, lo que no permitía en ingreso de capitales, dio como resultado el total endeudamiento de la provincia.
Continuando desde otro plano, las reformas propuestas por el Ministro Rivadavia se extendieron también al plano económico y financiero. Se amplió la superficie explotable con el avance de la frontera, y en la política de tierras “se inició un proceso de entrega de terrenos fiscales a los sectores altos” . Para ese entonces, Buenos Aires tenía sus fronteras en permanente movimiento por la disputa de los mismos con la población indígena. Las tierras eran necesarias además, para las actividades productivas que respondían a los intereses de los terratenientes. Es ya sabido que las cuestiones económicas y financieras tenían gran importancia para este gobierno que se asentaba.
Continuará...
Bibliografía consultada en esta sección:
AAVV, Unitarios y Federales, Hyspamérica, Buenos Aires, 1987.
El Argos, Buenos Aires, abril de 1821 en Historia Visual de la Argentina, Capítulo 42 - “La Guerra contra el Brasil”, Clarín, Buenos Aires, 1998. Historia Visual de la Argentina, Capítulo 42 - “La Guerra contra el Brasil”, Clarín, Buenos Aires, 1998.
LOBATO, MIRTA, SURIANO, JUAN, “Nueva Historia Argentina”, Atlas Histórico, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
TERNAVASIO, MARCELA, “Las Reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General Constituyente (1820-1827)”, en GOLDMAN, NOEMÍ (Cdra.), “Nueva Historia Argentina”, Tomo III – Revolución, república, Confederación (1806-1852), Capítulo V, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1998.