Sus acciones se cotizaron al principio casi a la par y pagaron buenos dividendos, pero las necesidades públicas obligaron a una continua emisión. Pero aquí se dio un problema, que seguramente el lector puede apreciar: la Institución estaba controlada “totalmente por el sector de alto comercio anglo-criollo, que atendió preferentemente a sus necesidades” . Así teníamos un Banco manejado por una minoría, con intereses especulativos que, como lo expresa Romero, “distribuía el descuento entre sus amigos o lo utilizaba para reforzar su posición comercial” . Lejos estaba esto, al menos en la práctica, de sentar las bases para un orden a nivel nacional.
A pesar de ello, en los primeros tiempos, el Banco había favorecido el rédito y mejorado las condiciones financieras de la plaza. Luego, por iniciativa de varios comerciantes argentinos, la Institución será reemplazada por el Banco Nacional, como medida dentro del Congreso Constituyente de 1824.
Por otra parte, el gobierno pensó que, para afrontar la grave situación económica que transitaba la provincia, las tierras públicas podían funcionar como garantía de la deuda contraída por el Estado.
Es por ello que en 1822, se establece la Ley de Enfiteusis. Aparte de procurar conservar la tierra, buscaba obtener un rendimiento económico con la instalación de colonos, que tenían un derecho preferencial de compra para el caso de que el Estado las vendiera. Las tierras se arrendaban a cambio del pago de una suma de dinero. De esta manera, enormes extensiones de tierra quedaron a disposición de comerciantes, ganaderos y funcionarios, podríamos decir, “casi gratuitamente”. Éste régimen despertará apetitos de forma creciente en los propietarios de la campaña bonaerense.
Como percibir hasta aquí, la situación financiera de la provincia a raíz de sus conflictos internos y externos era bastante adversa. Una forma corriente de obtener fondos faltantes para poder llevar adelante las actividades económicas que se pretendían, era por medio de empréstitos privados. Ahora bien, en este tiempo, como los capitales interiores estaban casi agotados, fue necesario recurrir al crédito exterior (no olvidemos que se heredaban viejas cargas financieras de origen hispánico luego de 1810).
En este contexto, en 1822 se voto en la Legislatura de Buenos Aires autorizarle al Ejecutivo adquirir un empréstito en el exterior lo que permitió posteriormente, el 1 de julio de 1824, que el gobierno de Buenos Aires, mientras sesionaba la Asamblea Constituyente, negocie un empréstito con Londres, concretamente con la banca inglesa Baring Brothers Co.
Los responsables de gestionar el mismo serían los capitalistas que desarrollaban sus funciones dentro del Banco de Descuento. Incluyendo al Ministro García.
Según lo estipulado, los fondos se destinarían a tres cuestiones fundamentales: 1) la construcción de un Puerto, 2) las Obras Sanitarias de Buenos Aires y 3) el establecimiento de pueblos en la campaña. Es importante no perder de vista que según los destinos, se intentaba beneficiar a todos los sectores que implicaban peso en las actividades de la provincia: en el primer caso al sector comercial, en el segundo aseguraba el apoyo de las clases populares y en el tercero a la clase ganadera terrateniente.
Así la provincia contraía una deuda de 1.000.000 de libras esterlinas, de las que sólo recibirá 570.000, “una vez deducida la base de colocación de los títulos, la amortización de los primeros dos años y una suma de intereses” . En el contrato el Estado de Buenos Aires hipotecaba todas sus rentas, bienes, tierras y territorios en garantía del pago y sus intereses. A pesar del destino que se pretendía dar al dinero, cuando estuvo disponible, se lo empleó una parte para rescatar los títulos públicos, que habían subido de precio, y otra para aumentar el encaje del Banco de Descuentos. Lo extraño, según nuestra mirada negativa bastante distante en el tiempo, es que las condiciones del Empréstito no fueron consideradas malas en su momento y no se levantó ninguna crítica al respecto.
Pero lo importante aquí, no son solo las condiciones que no favorecieron a futuro a la provincia, sino que, cuando hubo que pagar la primera amortización e intereses no retenidos, no había dinero disponible ya que la guerra con el Brasil había interrumpido al tráfico marítimo y la entrada de divisas al territorio. La operación se transformaba “no sólo en un fracaso para los prestamistas sino también en una pesadilla para el Estado argentino que duró casi un siglo” . Encima de todo, el empréstito no llegaría en oro, sino en letras de cambio. De esta manera el oro nunca salía de Gran Bretaña. Ello sumado a que las Provincias Unidas sufrían el bloqueo de la guerra, lo que no permitía en ingreso de capitales, dio como resultado el total endeudamiento de la provincia.
Continuando desde otro plano, las reformas propuestas por el Ministro Rivadavia se extendieron también al plano económico y financiero. Se amplió la superficie explotable con el avance de la frontera, y en la política de tierras “se inició un proceso de entrega de terrenos fiscales a los sectores altos” . Para ese entonces, Buenos Aires tenía sus fronteras en permanente movimiento por la disputa de los mismos con la población indígena. Las tierras eran necesarias además, para las actividades productivas que respondían a los intereses de los terratenientes. Es ya sabido que las cuestiones económicas y financieras tenían gran importancia para este gobierno que se asentaba.
Continuará...
Bibliografía consultada en esta sección:
AAVV, Unitarios y Federales, Hyspamérica, Buenos Aires, 1987.
El Argos, Buenos Aires, abril de 1821 en Historia Visual de la Argentina, Capítulo 42 - “La Guerra contra el Brasil”, Clarín, Buenos Aires, 1998. Historia Visual de la Argentina, Capítulo 42 - “La Guerra contra el Brasil”, Clarín, Buenos Aires, 1998.
LOBATO, MIRTA, SURIANO, JUAN, “Nueva Historia Argentina”, Atlas Histórico, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
TERNAVASIO, MARCELA, “Las Reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General Constituyente (1820-1827)”, en GOLDMAN, NOEMÍ (Cdra.), “Nueva Historia Argentina”, Tomo III – Revolución, república, Confederación (1806-1852), Capítulo V, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
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